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Pautas de nuestra psicóloga, Diana Vasermanas, para mantener nuestra salud emocional mental

Soy Diana Vasermanas, psicóloga de nuestra Asociación y como tal, me pongo en contacto con vosotros para transmitiros un mensaje de apoyo y algunas sugerencias que contribuyan a perseverar en el gran esfuerzo que estáis haciendo para afrontar la crisis generada por el COVID 19 y a cumplir con las medidas dispuestas por las autoridades sanitarias.

A nadie se nos escapa que quienes lleváis ya tiempo viviendo y conviviendo con la ELA, sois verdaderos expertos en el afrontamiento de la adversidad, pero también que las actuales circunstancias han creado un estresante marco que aumenta las sensaciones de indefensión de un modo inusual.

Por ello es normal que todos nos sintamos abrumados por emociones y reacciones que puede resultarnos difícil gestionar, o que incluso descarguemos con quienes estamos conviviendo, con independencia del cariño y respeto que nos profesemos.

Entre estas emociones y reacciones me gustaría destacar la ANSIEDAD y el MIEDO, que si bien puede ayudarnos a estar alerta y cuidarnos, también se asocian a noticias o informaciones que nos recuerdan nuestra vulnerabilidad.

También tendremos sentimientos de IMPOTENCIA, RABIA y FRUSTRACIÓN por no poder actuar como haríamos en otras circunstancias; reacciones de ENFADO por situaciones que nos molesten, o momentos en los que sentiremos el peso de la SOLEDAD.

Estos sentimientos dejan abiertas las puertas de la TRISTEZA ante las pérdidas propias o ajenas, y también la puerta de la CULPA por creer que desde la condición de enfermos de ELA somos una carga para nuestra familia o que, como familiares, no estamos dando a nuestro ser querido todo el apoyo o cuidados que necesita

Estas emociones son inevitables y normales en momentos de grandes crisis. Pero es necesario que intentemos no dejarnos llevar o desbordar por ellas, y que desarrollemos algunas estrategias que nos ayuden a gestionarlas y a reducir sus efectos perjudiciales.

Un primer paso es identificar las emociones y admitirlas de una manera empática y considerada, en nosotros y en los demás. Incluso hablar con otros sobre lo que sentimos. Seguramente haya emociones y pensamientos compartidos, y comunicarlo incrementa el sentido de pertenencia.

También recordar que lo que sentimos no siempre refleja lo que está ocurriendo: podemos sentirnos culpables, pese a no haber hecho nada malo, o a no poder hacer más de lo que ya estamos haciendo. Muchas veces, la culpa tiene que ver con una excesiva autoexigencia que, en estos momentos, es conveniente relativizar. Todos estamos haciendo las cosas lo mejor que podemos, seguramente mucho mejor de lo que podemos.

Es importante que pongamos el foco en lo que sí hacemos, por nosotros, por nuestros seres queridos y por la comunidad, sobre todo cuidándonos y cuidando de nuestras familias, y que lo valoremos de manera positiva, que “nos pongamos las medallas por hacerlo”, aunque sintamos que no lo estamos haciendo tan bien como nos gustaría.

Para ello, todos los días al irnos a dormir, podemos escribir, verbalizar o recordar al menos 3 cosas positivas que hayamos hecho. Por supuesto que vale apuntar cosas relacionadas con cuidar de nosotros y de los demás; con haber cumplido con alguna obligación, con haber ayudado a alguien; con haber dedicado una sonrisa, haber dado las gracias, haber tenido paciencia o preguntarle al otro cómo está, para que pueda expresarse y sentir nuestro apoyo. También, podemos pensar en algo positivo que nos gustaría hacer al día siguiente.

Esto nos ayudará a generar pensamientos positivos que contrarresten los negativos o catastrofistas que suelen estar detrás del malestar emocional y las preocupaciones.

Otras maneras de ayudarnos a pensar positivamente, es intentar “racionalizar” miedos y preocupaciones, y recordar las habilidades y recursos que ya hemos desarrollado para afrontar las dificultades. Os animamos a hacerlo para fortalecer vuestra autoestima y la creencia interna de que podemos superar este reto con eficacia.

No olvidemos reservar algunos momentos del día o de la semana para hacer algo de ejercicio, o para practicar alguna técnica de relajación, para seguir las clases de yoga, y para hacer solos o en familia aquello que nos gusta y nos distrae; para comer algo que nos apetezca, y para mimarnos y mimar a quienes están a nuestro lado con un masaje, un abrazo o un cumplido. Podemos hacer una lista de actividades que nos gustan: cocinar, escuchar música, bailar, ver alguna serie, leer, practicar un hobby, para realizarlas cuando necesitemos animarnos.

Pese al confinamiento, es necesario procurar mantener el contacto con otras personas que apreciamos, escribirles, llamarlas, mandarles algún mensaje, como manera de sentirnos cerca y darnos apoyo mutuamente.

Pero todo ello sin agobiarnos o culparnos si no podemos mantener una rutina de actividades u horarios, pues en estos momentos es muy difícil.

Otra estrategia es recurrir al humor, que ayuda a generar endorfinas, a distendernos y a distraernos de lo que está pasando.

Estas recomendaciones no son fórmulas infalibles, solo intentan recordar la importancia de las pequeñas grandes cosas que podemos y sabemos hacer para afrontar esta situación de gran estrés, preservando nuestra salud física y emocional, y la convivencia con los nuestros. No podemos controlar ni prever lo que vaya a ocurrir, pero sí valorar que estamos haciendo lo que está en nuestras manos para cuidarnos y cuidar de nuestros seres queridos, para solucionar las dificultades y tomar decisiones a medida que las cosas vayan sucediendo.

La empatía, la tenacidad y la paciencia, son cualidades que el colectivo de afectados por la ELA conoce perfectamente, y que le ayudan a desarrollar esa RESILIENCIA tan necesaria para adaptarse positivamente ante las adversidades.

En este desafío no estáis solos; el Equipo Directivo y Multidisciplinar, así como el Voluntariado de ADELA está junto a vosotros para apoyaros en lo que necesitéis.

Os enviamos un gran abrazo y mucho ánimo. Entre todos lo conseguiremos.

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