La tecnología cada año avanza más rápidamente y su aplicación para mejorar la calidad de vida de los pacientes se está convirtiendo en una práctica habitual. Sin embargo, pocas veces contemplamos la aplicación de esta inteligencia artificial (IA) a la investigación y los beneficios que podemos tener con esta colaboración.
Cuando hablamos de robots de inteligencia artificial aplicados a la investigación científica, nos referimos a un software muy complejo dirigido por ordenadores muy potentes. Su trabajo pasa por analizar enormes bases de datos químicos y médicos, además de gran cantidad de publicaciones científicas.
Richard Mead, del Instituto Sheffield de Neurociencia Traslacional ha sido uno de los primeros en conocer los beneficios que estos superinvestigadores pueden aportar a su trabajo. Gracias a un candidato propuesto por máquinas de IA se obtuvieron resultados prometedores previniendo la muerte de células motoneuronas y retrasando el comienzo de la ELA en pruebas preclínicas en Sheffield. En la actualidad está estudiando cómo realizar ensayos clínicos.
En Arizona, el Barrow Neurological Institute encontró cinco nuevos genes relacionados con la ELA gracias al superordenador IBM Watson. Un trabajo que los científicos habrían tardado años en realizar se redujo tan sólo a unos cuantos meses.
Si este tipo de investigaciones desembocan en la creación de nuevos medicamentos, será un gran paso para la ciencia, pero también una gran victoria para la Inteligencia Artificial que puede animar su desarrollo mediante la creación de nuevas empresas dedicadas a este sector.
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